Instantánea de una deconstrucción
La verdad es que no sé bien cuándo se gestó en él la idea. Me acuerdo que una noche Pancho llevó al taller las fotos de las que nos había estado hablando. A todos nos resultaron sorprendentes, en una u otra forma. Eran fotos en blanco y negro de una vieja máquina de escribir, de eso que ahora es un artefacto en desuso y a la vez una curiosidad refinada.
Me acuerdo cuando era niña y con frecuencia, en las vacaciones, iba de visita al juzgado donde trabajaba mi madre, a veces sola, a veces con mi hermana. Los juzgados eran tierra de nadie, viejos edificios distendidos donde desfilaban toda clase de personajes, donde se organizaban asados para los cumpleaños, colectas para los que se casaban y se jugaba sin falta al amigo invisible. Yo llegaba y saludaba efusivamente a una amiga de mamá, compañera de trabajo, que siempre tenía un bolsillo o un bolso a mano desde donde salían caramelos o cajas de maní con chocolate. Pelirroja auténtica, mayor que mi madre, hablaba bajito y fumaba mucho, unos cigarrillos largos (creo). Lo segundo que hacía yo era aporrear sin tregua a alguna máquina de escribir. La única condición que me pedían era que le pusiera papel, no darle a las teclas sin tener nada en el rodillo.
Las fotos de Pancho eran buenas, y estaban buenas. Yo me sigo sorprendiendo cuando veo que se toma un detalle, un primerísimo primer plano de algo, y eso a la vez da idea de toma monumental, de gran plano abierto. Una de esas imágenes de detalle me hizo pensar en un concierto.
El concierto era yo aporreando las teclas, un concierto cacofónico. Porque también había máquina de escribir en casa, en las casas de mis abuelos, en las casas de los amigos de mis padres, y en el estudio, porque por cuestiones laborales las precisaban. Los martillazos a dedo dieron paso a un sonido menos hiriente: el de la máquina eléctrica. Por suerte este último invento no coincidió con la época de los apagones; hubiera sido frustrante. Algunos de nosotros llegamos a conocer una tercera etapa: la máquina de escribir electrónica. Tenía un pequeño monitor donde podías ejecutar algunas funciones y editar lo que ibas escribiendo antes de imprimirlo. Papá había comprado una, yo la llevé a casa de una especie de novio que tenía, para que me explicara cómo usarla.
Pancho se propuso hacer, como él mismo dice, una "deconstrucción". Y no cabe duda de que es "toda una aventura desarmar lo que nos viene dado, heredado". Ya no era lo que expulsaba la máquina de escribir, lo que salía para afuera, el asunto aquí era la introspección. O la exploración hacia adentro, si cabe el término.
Lo bueno fue ver que eso que había tenido sus primeras instancias de charla entre amigos tomó forma, se concretó y se hizo público hace pocos días. Pudimos ver las fotos ampliadas y expuestas en una sala para exposiciones, con algunos textos breves que acompañaban la muestra.
Estoy segura que muchos de nosotros no pudimos resistirnos a pensar que frente a esa enorme dosis de misterio imposible de descifrar, habíamos podido echar antes una mirada a la trastienda, a la elaboración de ese delicioso plato que Pancho acaba de servir en la mesa.
Fe de erratas – Fotografías de Francisco Landró
CMDF - Centro Municipal de Fotografía
San José 1360 – Tel. 1950 1219
L a V de 10:30 h a 19:00 h – S de 9:30 h a 14:30 h
Fe de erratas – Fotografías de Francisco Landró
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San José 1360 – Tel. 1950 1219
L a V de 10:30 h a 19:00 h – S de 9:30 h a 14:30 h
7 Comments:
Como primera cosa voy a ir a ver la exposición. A la vuelta comento.
Las estuve mirando por internet, no es lo mismo, pero no me tengo fe de hacerme tiempo para ir. Cuantos recuerdos me traen! Yo también acompañaba a mi madre a los juzgados, no me gustaban, esas montañas de papeles amarillentos me parecían tristes. Yo decía que mis padres tenían profesión de ratones, siempre juntando papeles.
Pero me encantaban las máquinas de escribir, seguí toda su evolución, hasta la Olivetti portatil, a la electrónica no llegaron.
En general de muy chica me dormía escuchando a mis padres teclear y discutir el contenido de los escritos. "Sr. Juez letrado de 3er turno...." etc. Se corregían uno al otro, se ayudaban, me gustaba escucharlos.
Me encantó tu post, me llenó de recuerdos y me permitió acercarme a las hermosas fotografías.
Muy buena foto y la deconstrucciòn me trajo a la memoria la vieja Underwood a "leña". Abrazos.
Bueno, vayan los que puedan y después me cuentan. Si no pueden, visiten la página.
Ana, qué increíble, ¿tus padres son abogados? Porque los míos sí, y mis abuelos, tíos, en fin, unos cuantos en la familia. Me pasaba lo mismo que a vos, pero no me gustaba escucharlos, era demasiado, ni los almuerzos del domingo se salvaban de las conversaciones sobre los escritos...
Fgiucich: Underwood, cierto... me había olvidado, lindo dato.
Saludos para todos.
Si, eran abogados, mi padre ya fallecido, mi mama jubilada pero todavia interesada por seguir los temas legales. No hablaban en general de su trabajo cuando estabamos juntos. Pero sí de noche, cuando nos acostaban, luego se ponían a trabajar. No se llevaban muy bien, por lo que a mi me gustaba escuchar esos momentos en que sí se entendían y trabajaban como equipo, creo que ellos también lo disfrutaban.
¡¡Y me gustaba que me prestaran, aunque con mil recomendaciones, la Olivetti portatil!!
Ludmi, lamentablemente todavía no pude ir a ver la muestra. Pero gracias a tu blog las miré por internet. Obvio que no es lo mismo, pero como había estado en una mínima parte de la "trastienda" me emocionaron muchísimo.
Qué bueno Araucaria, al menos pudiste ver las fotos y leer algún texto, ¡dio sus frutos el post!
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