sábado, mayo 06, 2006

De frutas y números

Voy a la feria desde que era una niña. Acompañaba a mi madre o a mi abuela. Ellas se conocían a los feriantes, al puestero padre y al puestero hijo, al sobrino que también atendía el puesto y estaban al día con quiénes habían tenido familia en los últimos meses. Muchas veces me encontraba con mi tía abuela (hermana de mi abuela), una mujer entrañable, maestra de primer año. Tengo viva la imagen de ella haciendo cola en el camión donde vendían fiambres, mi alegría inmediata, el salir corriendo hacia ella para buscar su abrazo, un abrazo tibio de manos grandes que podía durar minutos.
Había días en que mi madre protestaba por las malas condiciones en que estaba la verdura. Eso a mí me daba mucha vergüenza, miraba para otro lado y me ponía nerviosa. El bochorno era mío, mi madre entendía el pataleo como un justo derecho suyo y los feriantes se sonreían y asumían su responsabilidad sin chistar.

Sigo yendo a la feria una vez por semana. A veces me acompaña mi hija, cuando no hace mucho calor ni mucho frío, esas son sus exigencias. Le fomento este paseo. La convidan con queso, con ricota, con pasas de uva. Hace poco, una de las veces en que me acompañó, me dijo que quería pagar ella, que yo le diera la plata; ya no se conforma con ser escolta. Yo estudio in situ el estado de vegetales y frutas, la dureza de las manzanas, la blandura de los zapallitos. Leí una vez en un libro inglés para solteros (y pude comprobarlo yo misma) que si sos capaz de hacer un nudo marinero con las zanahorias quiere decir que están viejas. El tomate que se anuncia como “para salsa”, ya está en realidad en estado de salsa, ni siquiera se necesita prepararla.
Este jueves compré berenjenas; siempre me parecieron graves, de chica no me gustaban. Impone el color violáceo. Ahora mato por comerlas a la milanesa, al horno. En cambio las bananas (siempre compro) son simpáticas, inocentes como el cacao. “Ser bueno como una rodaja de banana”. Podía sentirse el perfume de unas mandarinas abiertas, expuestas en su carne. No me animé a comprar, se veían un poco verdes a pesar del perfume. Las espinacas estaban medio raquíticas. Pero las acelgas te hacían señas, eran difícil elegir cuál llevar. El coliflor y el brócoli están hechos de arbolitos, logré convencer a mis hijos de eso y se los devoran encantados, a veces camuflados en buñuelos.
Me detuve también en el puesto de “ramos varios”, ese donde venden aceite, gelatina, huevos, almidón de maíz y unas cuantas cosas más que uno no sospecharía que pueden vender allí y que llegan a caber en ese espacio.
Al lado de ese puesto hay un camión donde venden chacinados. A ellos les encargo las hamburguesas para los cumpleaños de los niños. Ya me conocen. Me saludan. “Los muchachos”, así se llama la fiambrería ambulante. Hice mi pedido y pagué 130 pesos. El “muchacho” que me atendió me contó que hay un cliente de otro puesto que cada vez que va intenta adivinar cuánto pesa el pedazo de queso que va a llevar. La última vez acertó, creo que eran 630 gramos. Parece que el quesero y el adivino pusieron plata y le jugaron al número en cuestión y acertaron. En el puesto de frutas y verduras yo pagué 132, y en el de aceite 131. Llamé a una amiga, veterana experta en juegos de quiniela, me explicó cómo era la historia y jugué. Ella había hecho ese día o el día anterior la misma jugada que yo, o casi. Al día siguiente no fui hasta el kiosco donde había hecho mi jugada, a mirar el pizarrón para saber si había acertado algo. Sé que es tonto pero me da un poco de vergüenza que alguien del barrio me vea espiando los números, un poco como lo que sentía cuando mi madre criticaba las papas que no estaban en su punto.

8 Comments:

At 5/07/2006 3:29 p. m., Blogger fgiucich said...

Siempre es bueno saber el estado de las verduras y el precios de los fiambres; pero también es bueno jugarle un unos pesos a la quiniela. Abrazos.

 
At 5/11/2006 8:51 a. m., Anonymous Anónimo said...

A mí me gusta cuando cantan los precios.

 
At 5/12/2006 3:16 p. m., Blogger Yamandú Cuevas said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

 
At 5/15/2006 7:12 p. m., Blogger Ludmilla 1789 said...

Comentario al margen. ¿Alguien tiene idea que es esto que aparece adelante "Comentario suprimido – El autor ha eliminado esta entrada"? Yo no quise eliminar nada, quiero que todo el mundo pueda comentar libremente, por favor. Quizás sea de alguien que se arrepintió de su comentario. Please, ¡que alguien me explique!

Yama, tenés razón, no me había dado cuenta que esta el "efecto Pulidor Bao", creo que le llaman de cajas chinas. Cuando lo escribí no fui consciente de eso, pero es tal cual.

Tiene su encanto cuando cantan los precios. Me parece que ahora gritan menos. Me divierten también algunos carteles que ponen. Me acuerdo de "huevos de gallina perezosa" y cosas así, graciosas.

 
At 5/15/2006 8:06 p. m., Anonymous Anónimo said...

¡No me acordaba de la etiqueta de pulidor Bao! Me encantaba. Yo quería ser como la rubiecita.

 
At 5/19/2006 7:39 p. m., Anonymous Anónimo said...

a mí me gustaría saber quién es el usuario anónimo....

 
At 5/21/2006 1:44 p. m., Anonymous Anónimo said...

¿Cómo surgió lo del pulidor Bao?
Tengo un recuerdo impresionante de su ronda, había también un envase de aceite que tenía el dibujo del cocinero con el envase de aceite. Fueron mis primeras conmociones filosóficas. Creo que con esos envases quedó marcada mi vocación. Y sobre ella pienso a partir de los comentarios del blog de Ludmilla: ¿cómo es que nunca reparé en la rubiecita? Es que la pasión filosófica vacía las realidades concretas porque te reenvía incesantemente a los fundamentos. Igual es bárbaro filosofar, pero no sólo filosofar, también enamorarse de lo cotidiano, las frutas, las verduras, la quiniela me da el mismo pudor que a Ludmilla.

Gonzala

 
At 5/24/2006 7:15 p. m., Blogger Ludmilla 1789 said...

Qué increíble lo del Pulidor Bao, acabo de escribir sobre él hace dos minutos, en otro blog. Me quedó en la cabeza cuando uds. lo mencionaron aquí.
Nunca le había visto el lado filosófico, pero es cierto, te da vuelta el coco. Yo me acuerdo de pasarme rato mirándolo, ese achicarse hasta el infinito.
Estudiando para un examen me topé con ese concepto, o algo muy parecido, ayer. Se llama "mise-en-abyme", el relato dentro del relato, la película dentro de la película.

 

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