miércoles, octubre 25, 2006

Hoy le toca a Oscar


Ludmilla tiene un post en ciernes. O tal vez más de uno. Hace unos cuantos días que quiere escribirlo pero la inspiración no se decide a llegar, así como tampoco el tiempo mínimo de concentración que se requiere para su redacción.

Mientras tanto, decide pedir ayuda a un amigo para alimentar a su blog, no sea cosa de que éste se transforme en una entidad ciberespacial famélica y abandonada.

El amigo es irlandés. Acepta la propuesta. La condición es que le tire unas frasecitas ingeniosas (una de sus especialidades) que alegren este martes gris, lluvioso, tedioso, pegajoso.

Ahí van:


"La seriedad es el último refugio de los superficiales."

"Dadme lujos y podéis quedaros con lo necesario."

Oscar Wilde


Ludmilla salta en un pie de alegría. Ya las va a subir al blog con una fotito del autor; lo merece.
Le parecen originales esas frases, no son las que siempre aparecen difundidas por ahí y le son atribuidas al irlandés.

Las encontró en Ñ, el suplemento del diario argentino Clarín. Se lo prestó una amiga el suplemento, y ella gozó pasando las páginas con letras y fotos, ensuciándose con la tinta, dominando la ansiedad de leer todo a la vez y de no tener que exprimirse las pupilas por estar leyendo frente a un monitor.

Se acuerda de una frase de su amigo que siempre le gustó:

"Life is too short to be taken seriously." *


Así que Ludmilla está contenta. Acaba de tirarle un pescado al lobo marino, que saltó enloquecido y atrapó al bicho en el aire, ya lo está sosteniendo entre los bigotes.

Está contenta también porque quedó bien con la literatura: Oscar nació en Dublín hace 152 años, justamente en el mes de octubre, un día 16.




* "La vida es demasiado corta como para ser tomada en serio."
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Ñ – Revista de Cultura – Clarín
Sábado 14 de octubre de 2006.
Año III – Nº 159
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Imagen: homepages.gold.ac.uk/oscholars/oscar%20wilde.jpg

lunes, octubre 02, 2006

Las topiarias, Delmira y Johnny Depp


Me acabo de dar cuenta de que traje el capítulo equivocado, tan apurada salí de casa, así que no puedo avanzar en mi trabajo. Una lástima, o no, porque entonces aprovecho para alimentar al Urbano Pez Volador. Alimentar a este bicho me pone feliz, me sonrío mientras voy apretando las teclas, me alegra también poder alimentar a otras entidades afines ciberespaciales.

Ayer fue un domingo peculiar, el broche final de una semana también peculiar. Los días anteriores habían venido medio complicados, entreverados. Pero hubo uno, creo que fue el jueves, que se cerró de una manera preciosa. Era de noche y yo no lograba sacudirme de encima esa mezcla de malhumor con algo de bajón. Además, ya la veía venir, la noche se me presentaba larga, negra y finita, como un camino de hormigas; eso equivalía a insomnio seguro por toda la manija que yo misma me había estado dando. A su vez el propio estado de ánimo me impedía hacer algo al respecto, me lo banco así y punto.
Prendí la tele sin mucha esperanza y ahí estaba Tim Burton para rescatarme. Alcancé a ver la parte final de El joven manos de tijeras. Un refugio estupendo para un momento así. Las casitas que parecían de fondant, el pasto que era como el coco rallado que ponen en las tortas de cumpleaños cuando hacen la típica canchita de fútbol o una pradera. A pesar de que la vi varias veces no me acordaba de algunas cosas. Las respuestas correctas a la múltiple opción. ¿Qué haces si encuentras una billetera con dinero en la calle? a) me quedo con el dinero, b) reparto el dinero con mis amigos, c) se lo doy a los pobres y d) la entrego a la policía. No, Edward, la opción b) parece la correcta, pero no lo es. Y las topiaras. Edward Scissorhands había encontrado su veta haciendo originales cortes de pelo y podando creativamente las topiarias. Siempre me causó mucha gracia, con un matiz de desprecio, el “arte topiario”. Cosa de vieja me parecía, a pesar de que la jardinería en general me gusta mucho. Para ocuparse de esos asuntos y andar cortando hojitas con forma de osito había que hablar bien inglés, ser un tanto imbécil y tener toneladas de tiempo libre. Pero cambié, no sé... las vi el otro día en la película y me enternecieron las topiaras esas, y hasta puede que algún día me suba a un banquito porque se me ocurrió hacer una jirafa y acabo de notar que las orejas ya están demasiado crecidas. Con lo detallista que soy, en la operación de recorte para lograr exactamente lo que quiero puede que la jirafa se achique, pierda cuello y termine pareciendo una llama o una vicuña y así hasta convertirse en un simple banquito con cuatro patas, para que tenga utilidad. La cuestión es que Edward logró sacarme gran parte del fastidio y logré dormir bastante bien, todo un mérito en esas circunstancias.

Ayer me hice un baño de crema de verdad, como hacen en las peluquerías. Eléctrico digamos, con una gorra de esas que se enchufan, blanca con lunarcitos verdes, con las instrucciones de uso en portugués. El cable es corto, decidí quedarme en el baño los veinte minutos que recomendaban dejar enchufada la gorra. Me llevé material de lectura, obvio, y cerré la puerta para que nadie me molestara. La pecadora, habanera para piano, una obra de teatro, autora Adriana Genta. A los cinco minutos me acordé que el mate había quedado en la cocina; mala suerte, ya no podía moverme de allí. La protagonista es Delmira Agustini. Interviene su madre, su novio Enrique, el rematador, el del final trágico, y Manuel Ugarte, un porteño intelectual y seductor.
Avancé bastante en la lectura, el problema es que hacía sólo algunos minutos que había terminado de bañarme y con la gorra enchufada y la puerta cerrada me entró un calor insoportable. Tuve que abrir la puerta, arriesgándome a la invasión de intrusos en mi luna de miel individual.
Dice Ugarte, citando versos de Delmira: "Y acepta pagar tributo al dolor, que es el pasaporte obligado de los artistas, 'Yo muero extrañamente... No me mata la vida, no me mata la Muerte, no me mata el Amor; muero de un pensamiento mudo como una herida...' "
Lo que somos capaces de hacer las mujeres por tener el pelo más lindo... Cumplido el plazo previsto la desenchufé, me desenchufé. Y le hice caso a los brasileños, no me saqué la gorra de inmediato para que el pelo se fuera enfriando de a poco, naturalmente. Eso sí, salí del baño y me puse a hacer unas cuantas cosas. Me enjuagué el pelo y me peiné. La verdad es que valió la pena el pequeño sacrificio, me quedó muy suave y super brillante el pelo, aunque no sé si alguien más lo notará.
Así fue la mañana del domingo, “pelo tan saludable que brilla”. El resto del día pasó sin pena ni gloria. “Superficie de espejo”, o algo así es lo que dicen ahora los avisos de shampoo y crema de enjuague.

De noche, otra vez la tele. Y de nuevo apareció Johnny Depp, un tipo que me cae muy bien, interpretando al creador de Peter Pan (J. M. Barrie) en una película liviana y divertida, Descubriendo el país de Nunca Jamás. Cuatro varones y un adulto organizando juegos y obras de teatro, el cocodrilo que se tragó un reloj, el capitán Garfio, Tinker Bell (Campanita), los piratas, Neverland y Peter Pan volando y negándose a crecer.
Me costó dormirme, como casi todos los domingos y unos cuantos días de la semana. La diferencia fue que esta vez no me importó, no me angustió, me quedé con la sensación de bienestar, con los momentos felices de la infancia, con mis hijos diciéndome que la media luna está más arriba del cielo, acariciándome orgullosa la punta del pelo.