domingo, diciembre 31, 2006

Apología de la luz. Una lectura de Matisse



La alegría salvaje
Matisse 1917 – 1954 me llegó como regalo navideño, unos días antes del 24, en una de las despedidas que tienen lugar entre amigos. Me puse a explorarlo de inmediato, cosa que no siempre sucede porque con los libros paso de la ansiedad extrema que me puede llevar a devorar todas las páginas el día en que lo recibo a que transcurran años quizás para que le dé a la obra una oportunidad de seducirme.

Matisse es para mí la alegría, la danza, el fauvismo; y la alegría es luz, es danza y tiene de fauve, de bête fauve, de costado salvaje.

Xavier Girard comenta en este libro que se ha explicado con frecuencia a Matisse a partir de la luz, concretamente de la claridad solar, como clave de su obra.

Luz adentro y afuera
Después de semanas de lluvia, en la segunda década del siglo XX, Henri Matisse decide quedarse en Niza. Allí está la exaltación de una luz "tierna y blanda a pesar de su resplandor", ligada al ritmo regular de las jornadas de trabajo. "Cuando comprendí que cada mañana vería de nuevo esta luz, no creí poder ser tan feliz".

Los cuadros de este período en Niza exaltan dos tipos de luz. "Comprenda; lo que pinto son objetos pensados mediante recursos plásticos: si cierro los ojos, vuelvo a ver los objetos mejor que con los ojos abiertos, privados de sus pequeños accidentes, es eso lo que pinto..." Girard, conservador (no me gusta esta palabreja) del museo Matisse de Niza, habla de una especie de luz interior que también es luz que se percibe con los ojos cerrados, "sublime, milagrosamente homogénea, desprovista de sombras" y que "vista desde el interior constituye el verdadero receptáculo de la obra."

El artificio delicioso
En 1919, instalado en el hotel Méditerranée como vivienda y taller, el gozo está en la saturación de luz propia de un estudio de cine. "¡Un viejo y buen hotel, claro que sí! ¡Qué bonitos techos italianos!, ¡qué enlosado! (...) ¿Se acuerda de la luz que entraba a través de las persianas? Venía de abajo como de las candilejas de un teatro. Todo era artificial, absurdo, admirable, delicioso."

Un vaso de oro
Buscando una "luz de alba", se embarca a Tahití . "Tenía muchas ganas de conocer la luz del otro lado del ecuador, conocer sus árboles, profundizar en ese universo." Y sigue: "cada luz ofrece una armonía particular. Se trata de otro ambiente. La luz del Pacífico, de las islas, es un vaso de oro profundo en el cual mirar."
Aparentemente ese vaso de oro lo fascinó pero no dio frutos inmediatos, recogió sí, "motivos pictóricos de ensoñación oceánica".

Madera quemada y elefante
Ya en los cuarentas, en la época de la guerra, le escribe a Aragon desde Vence. La ensoñación sigue (y eso me hace pensar que me hubiera llevado bien con este buen señor). Le dice a su amigo en la carta que ve pasar a la gente en bicicleta hacia el mercado y cree estar en Tahití a la hora del mercado. "Cuando la brisa me trae un olor de madera o de hierba quemada, yo huelo los bosques de las islas; después, soy elefante, y con el sentimiento de que soy por completo dueño de mi destino, de la predisposición de mi ánimo, me creo capaz de sentir que nada tiene importancia salvo la conclusión de todos estos años de trabajo por los cuales me siento tan fuerte."


* * *

Mañana es el último día del año. Un final. La oscuridad de la noche del 31 de diciembre dará lugar a la luz del 1º de enero, a la claridad. Me gusta pensar así en esta transición de calendario, acordándome de Matisse, aspirando a sentirme -como él- por completo dueña de mi destino y de la predisposición de mi ánimo.
Acabo de consultar la Wikipedia: Henri Matisse nació un 31 de diciembre (1869).
Vivir con la luz propia y la extraña, "tierna y blanda" de una mañana de enero. Con los focos implacables que me sentencian que ya no tengo quince años, con las lamparitas que se prenden después de las siete de la tarde para vernos las caras y los ojos cuando brindemos por un año nuevo que empieza oscuro a las 12 y se va llenando de luz, listo ya para que dejemos nuestra impronta.


Matisse 1917 – 1954. Texto de Xavier Girard. Madrid, H. Kliczkowski-Onlybook SL, 1996.


Imagen
-Izquierda: Henri Matisse. Naturaleza muerta con granada. 1947 – 1948. Vence, villa Le Rêve. Óleo sobre lienzo.
-Derecha: Henri Matisse. El tobogán. 1947. Hand-coloured using the pochoir process.

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