miércoles, febrero 28, 2007

Otro cantar



He vuelto. Es el primer post que escribo en el 2007. Extrañaba horrores esta sensación deliciosa de tirar palabras al espacio virtual. O al espacio físico: quiero pensar que de alguna manera lo que vuelco puede llegarle a alguien, caer destilándose sobre partículas de su cuerpo interior.



Muy temprano en la mañana, a eso de las 6, escucho cantar a un gallo. Sucede casi todos los días, aunque en realidad precisamente hoy no recuerdo haberlo escuchado. El hecho me resulta un poco inverosímil, vivo en una avenida de vereda ancha donde circulan decenas de vehículos entre edificios altos, casas y comercios. Dónde vivirá ese gallo, me pregunto cuando oigo el cocoriqueo. Está en un ámbito que no es el suyo el pobre, aun así cumple con funciones que le son propias. En medio del entresueño de la madrugada me digo que tengo que saber dónde está el gallo del barrio, verlo o al menos saber algo de él, quiénes son los dueños, cómo es su aspecto. Pero no hay caso, durante el día no vuelvo a pensar en el gallo. Podría aprovechar cuando salgo o vuelvo a casa para investigar un poco, observar con más detalle las casas de los alrededores o atreverme a hacer indagaciones en la panadería, por ejemplo.
Hace poco me sucedió algo curioso. Fuimos a la feria de frutas y verduras. En una casa de la cuadra vendían muebles usados, de todo un poco, era una especie de "cambalache" modesto. Quedaba cerca del puesto de venta de pescado. Me quedé mirándolo mientras Augusto compraba carnada. En el negocio improvisado habían puesto un cartel grande, notorio, clarísimo: "Amanece y no es poco." Se lo comenté a Augusto pero estaba en otra sintonía, pensando en los camarones para encarnar ese fin de semana. Me acordé enseguida del gallo, creo que fue la primera vez que pensé en él sin escuchar su canto, fuera del momento del amanecer.
La frase me inspiró. El gallo también me inspira. Tanto pensé en el gallo que barajé una posibilidad nunca antes manejada: quizá no exista el tal gallo y sea un despertador, un artefacto mecánico nomás. Pero no, no me parece, el cacareo suena convincente.


El verano trae su letargo. Días y noches que se dilatan. El goteo de las altas temperaturas. Yo ya volví, he vuelto. Y me voy a quedar.