miércoles, abril 19, 2006

¿”El infierno tan temido”?



-Million Dollar Baby – (EEUU, 2004) – Director: Clint Eastwood. Con Hillary Swank (Maggie Fitzgerald), Clint Eastwood (Frankie Dunn), Morgan Freeman, Jay Baruchel, Mike Colter.

-Las invasiones bárbaras (Les invasions barbares) – (Canadá-Francia, 2003) – Director Denys Arcand. Con Rémy Girard (Rémy), Stéphane Rousseau (Sébastien), Dorthée Berryman (Louise), Marie-Josée Croze (Nathalie) y elenco.



Las circunstancias de mi vida actual me han llevado a ir muy de vez en cuando al cine. Accedo a los estrenos a través de los canales de cable o vía DVD, tiempo después del apogeo mediático de la película, si es que lo hubo.

Me puse al día con pendientes: Million Dollar Baby y Las invasiones bárbaras. Dos propuestas radicalmente distintas, queda claro que Clint Eastwood y Denys Arcand circulan por vías diferentes. Sin embargo, hay un tema de fondo presente en ambos films.


Hagamos primero una sinopsis grosera de ambos títulos.

Hillary Swank intenta tardíamente y contra todos los pronósticos convertirse en boxeadora profesional. Clint Eastwood, reacio al principio, la entrena hasta hacerla triunfar. Una lesión en la pelea de su vida le destroza la médula dejándola postrada pero consciente.

A Rémy, un hombre de algo más de cincuenta años, representante de una intelectualidad izquierdista propia de su generación, le han diagnosticado una enfermedad terminal. La historia relata sus días finales, el encuentro con la familia y los amigos.

¿Qué hay en común en ambos casos? Alguien va a morir en forma inminente. Y prematura, sobre todo en el caso de Hillary Swank, una boxeadora de treinta y pico de años.

Maggie ocupa para su coach Frankie el lugar de la hija con quien él intenta en vano establecer un contacto. Con una familia deplorable en todo sentido, la única persona cercana que tiene esta mujer es a su entrenador, y en un plano secundario al ayudante del gimnasio de Clint, Morgan Freeman, boxeador retirado.

Frankie vive en carne propia la degradación de Maggie. Como es de esperar, a pesar de que ella está decidida a morir, él se plantea el dilema de qué hacer. dejarla vivir en ese estado o terminar con el padecimiento. Opta por lo segundo. “Mantenerla viva sería matarla”, dicen. Se encarga él mismo del asunto para desaparecer después y perder contacto con quienes integran su entorno en ese momento. (Un guiño al espectador da un indicio más o menos claro de cuál fue la elección de Frankie para el resto de su estadía en el planeta.)


Con Rémy la cosa es distinta. Es radical, irreverente, mujeriego, lleno de preconceptos pero entrañablemente simpático. Su hijo Sébastien procura que sus últimos días sean lo mejor que puedan ser. Se entera por un amigo médico que la heroína es 800% (?) más eficaz que la morfina en estos casos. La hija de una amiga de Rémy (Nathalie) resulta ser la proveedora de la droga y la encargada de marcar el punto final cuando el apremio así lo requiere. No hay dilema. No hay indecisión ni titubeo. Todo está claro.

Uno de los argumentos que se manejan en Million Dollar Baby es que Maggie, procedente de un hogar humilde y mediocre, llegó a la cresta de la ola. Digamos que “tocó el cielo con las manos”. Amor, dinero, fama, aplausos que todavía resuenan en su cabeza. Y cuando se está tan arriba no se puede caer tan abajo.

Pero el docente Rémy no se conforma. Siente que no ha hecho nada grandioso. Ha escrito algunos ensayos, ningún libro y cómo él mismo confiesa muchas de las mujeres que tuvo se remitían a aventuras sórdidas en apartamentos mal calefaccionados... Obviamente cae en la cuenta de que en la perspectiva no es así, han tenido momentos maravillosos.

Rémy tiene miedo de morir.

Maggie no.

Una parte importante, crucial de la vida de Frankie muere con Maggie. Es seguro que no quiere saber ya más nada con el boxeo.

Para los amigos de Rémy, sus hijos y su ex mujer, muere Rémy. Y por supuesto –me cito- una parte importante, crucial de sus vidas por el rol que éste desempeñaba para cada uno de ellos. Pero los hijos de Rémy están viviendo un comienzo. Sébastien se va a casar y quiere tener hijos, la hija de su amiga se muda, Sylvaine (la hija de Rémy) ha encontrado su lugar en el mundo (“J’ai trouvé ma place”) navegando en el Pacífico.

“El infierno tan temido”. Onetti lo dijo en otro contexto, pero mi gustó para titular el post, como pregunta. Me parece que no hay un infierno temido cuando se viene la Parca. Nos cuestionamos nosotros mismos, lo que hacemos, lo que hicimos, lo que no, lo que debimos haber hecho... Es como si faltara algo que en realidad no falta.



Recomiendo las dos películas. Hillary Swank está muy bien, me encanta. Siempre con papeles comprometidos, como el de Los muchachos no lloran (Boys don’t cry). De Denys Arcand conocía La decadencia del imperio americano (Le déclin de l’Empire Américain) - el antecedente de Las invasiones bárbaras y Jesús de Montreal. Son películas de calidad. Jesús de Montreal me impactó mucho, muy positivamente en su momento.


Imagen: aplacetofly.com


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viernes, abril 14, 2006

La Bella Bestia


Las pequeñas vacaciones que le debemos a la semana de Turismo, Santa o como quiera llamársele, nos han deparado ciertos beneficios. Uno de ellos es la puesta al día con el cine en casa. Otro es el pasar más tiempo con nuestros hijos. Los dos beneficios combinados dan como resultado algo bien concreto: vemos más películas infantiles.
Hasta este año no había tenido ocasión de ver la animación titulada La Bella y Bestia. Eso fue hace un par de meses, me conmovió hasta las lágrimas, y no exagero. Acabo de terminar de ver un material incluido en el DVD. Los responsables principales del film van narrando su experiencia y los desafíos, logros y fracasos de cada escena mientras en imágenes vamos viendo The Beauty and the Beast con el audio original en segundo plano.
En esta versión, Belle, la protagonista femenina (Bella en su versión en castellano) es una chica que vive en un pueblo francés, hija de un inventor medio loco. No se siente del todo adaptada en su medio, una de sus grandes pasiones son los libros, pero esa adicción por la lectura no parece tener eco en el entorno inmediato. C’est moi! Eso dije yo, me da la impresión de que somos unas cuantas las inadaptadas, o semi-inadaptadas que no logramos insertarnos con comodidad en esta zona del planeta a comienzos del XXI.
La Bestia, evidentemente el protagonista masculino, es un mix de lobo, oso y no sé qué más. Tiene cuernos, colmillos, pezuñas, mal carácter y pésimos modales en la mesa. Como se sabe, es un príncipe que ha sido encantado. Para romper el hechizo y volver a ser humano debe lograr que una joven se enamore de él a pesar de su aspecto y él de ella. Hay otro obstáculo: tiene tiempo de conseguir esto hasta que una rosa mágica que le ha sido confiada pierda su último pétalo.
Encantador. Lo digo en todo sentido.
El tercer personaje en discordia es la versión en negativo de la Bestia: Gastón, un tipo musculoso y “sonreidor” por el que se babean las chicas del pueblo. Todas menos Bella. Atrae a primera vista pero sólo por escasos segundos. Un fiasco.
La escena en que los habitantes del castillo de la Bestia -convertidos en objetos por ser víctimas ellos también del hechizo- montan su número para recibir a Bella es impresionante. Realmente un musical de Broadway de primera clase. Con razón la película ganó tantos premios y obtuvo tantas nominaciones. Tiene momentos increíbles. Los vitrales que aparecen al principio y al final, marcando diferencias de tiempo. La masculinidad y valentía de la Bestia arriesgando su vida por defender a su amada de las fauces de unos lobos hambrientos. La concesión que hace este ser peludo cuando le dice a Bella que puede irse nomás de su castillo, que no va a retenerla allí contra su voluntad, arriesgándose así a estar condenado a seguir siendo un monstruo “por toda la eternidad”. La ofrenda para esta joven no son joyas ni vestidos de lujo. Le regala una biblioteca despampanante; si mal no recuerdo hasta una escalerita tiene. Acicalada, luciendo lo mejor posible en su aspecto bestieril, el señor de las garras baila con Bella en una secuencia romántica como pocas. Y son dibujos animados... (Bien dijo Joaquín Sabina que bailar es soñar con los pies.)
La transformación de la Bestia en príncipe me sonó en algo a cuadro renacentista. Comprobé que así es, en efecto, estuvieron repasando pinturas de artistas como Miguel Ángel para inspirarse y recrear esa metamorfosis. Pero como explican los realizadores, cualquiera fuera el príncipe que apareciera en ese momento siempre habría un componente de desilusión. Porque nos enamoramos perdidamente de la Bestia. De esa Bestia. En el fondo no querés que vuelva a ser príncipe, cuando se supone que toda la película es la lucha porque eso pase. Me parece que hay algo de egoísmo en ese sentimiento. Y de no querer despertarse. Es una sensación curiosa como de querer prolongar el instante. Encantadora.

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sábado, abril 08, 2006

Renovando credos


Volvía a casa cargada de bolsas y paquetes, cansada después de haber caminado unas cuantas cuadras cuando me veo escrita en una pared, a mi izquierda, esta frase: Artigas son los padres. Tuvo su efecto, me quedé unos segundos en blanco y me des-cansé, me olvidé de la carga entreverada que llevaba, de los dedos hinchados y del calor. Felicito a su creador, quienquiera que haya sido.
Todo uruguayo/a tiene su recuerdo de Artigas en la escuela. Más allá de sus hazañas políticas sabemos que nació el 19 de junio de 1764 en Montevideo, que fue a un colegio católico, que se casó con su prima Rafaela Villagrán y que la pobre se volvió loca.

José Gervasio Artigas. Qué difícil llevar la carga -no ya de las bolsitas del super y ramos afines-, la de ser un Prócer. Y los titulazos que tuvo: Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres. Pobre hombre, qué responsabilidad terrible en su vida y después de muerto.
Hace un tiempo, bastante ya, me enteré escuchando el informativo que el único retrato que tenemos de él tomado directamente de su persona es el de Artigas anciano. Vivió sus últimos días en Paraguay. A mí (y supongo que a mucha gente más) ese período de su vida no termina de quedarme claro. El punto es que ni siquiera sabemos qué cara tenía el Prócer, lo más cercano a la verdad es un viejito narigón. El hombre uniformado, elegante, con botas y ojos azules que pintó Blanes es una invención. El rostro acuñado en monedas e inmortalizado al trasluz en los billetes uruguayos, las hojas perforadas con la ilustración de la Batalla de las Piedras o el Congreso de Tres Cruces, los bustos de este señor que vemos, por ejemplo, en la plaza del balneario Parque del Plata... todo inventado...
Salvando las distancias es como Cristo, nadie sabe cuáles eran sus facciones pero muchos creen en él y ofrecen su fidelidad. Los militares en la época de la dictadura le rendían culto al federalista, se adueñaban de su figura. Terminada la dictadura varios grupos políticos tomaron su nombre o una hebra que permitiera retrotraerse a la gloria de su entorno.
Y ahora nos cuentan esto. Fue un golpe a una cotidianeidad flagrante el encontrar ese graffiti. Mierda... Si Artigas son los padres entonces... entonces nada, resulta que era todo mentira y nos engañaron burdamente. Alguien nos quiere despertar. Wake up you moron!
Con los Reyes Magos y Papá Noel es distinto. Alimentan la fantasía infantil y puede llegar a haber vivencias increíbles (los camellos caminando cerca de las estrellas, la estela que dejó en la alfombra la capa de Melchor). Caer en la cuenta de que no existen no es tan traumático, la mayoría de nosotros sobrevive en forma más o menos sana y digna a esa desilusión. Llega un momento en que uno mismo empieza a pensar que hay algo raro que no cierra; bien dicen que cuando la propina es grande hasta el santo desconfía. Lo esencial es justamente que esa creencia se da cuando somos niños: todo vale y todo deja de valer en segundos. Digo “pido” mientras estoy jugando, cruzo los dedos y dejo de existir unos segundos para ir al baño o atarme los cordones y después de esa desmaterialización ficticia vuelvo al ring, al juego con todas sus reglas. Sólo cuando se es pre-púber.
Las desilusiones de los adultos son Desilusiones. Te cuentan un secreto y algo se derrumba. Esa fue mi sensación, alguien me estaba contando en silencio un secreto. Lo susurraba en letras negras sobre un muro gris, a mí y a otro que pasara por esa vereda. No era un pasacalles, tampoco una pancarta en una manifestación sesentista. Tiene el tono de confesión que hay en otros graffiti: Meteoro, el Enmascarado es tu hermano. Puede parecer gracioso, de hecho lo es. Meteoro es un dibujo animado japonés. Artigas no.
Algo se quebró. Es irremediable. Imposible repararlo. Si el Prócer, el Jefe de los Orientales, el Protector de los Pueblos Libres, son los padres, ¿qué nos queda a los yoruguas para inspirarnos?
Me acuerdo de una nota que se había publicado hace muchos años en la revista "Punto y Aparte". Se titulaba Artigas no cree en lágrimas. No recuerdo bien su contenido pero sé que se refería al departamento de Artigas (además de calles, avenidas y bulevares un departamento entero lleva por nombre Artigas). Me gustó y me gusta la frase, el título de la nota: Artigas no cree en lágrimas.
Una cosa queda clara: no vamos a tener más regalos en este país. No hay quién los traiga. Los hubo quizás, cuando Artigas era Artigas y la gente sabía qué cara tenía, cuando creó el Reglamento para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados. Ya no. No más. No más prebendas. Tampoco se puede llorar por él, es inútil, él no cree en llantos.
Sin embargo hay esperanza. Hay una salida. Nadie nos puede quitar el derecho a creer en algo o en alguien. En Artigas ya sabemos que no, el intento a la larga fracasó. Esa naranja, que intentaron convertir en pomelo, ya no da más jugo. Pero se puede creer en otras cosas. En el tarot egipcio, en las empanadas de carne picante, en el Clonoten, en las coronas de los dientes, en los kiwis que plantan en Canelones o en el manifiesto surrealista.